El BCB y el IRP
Índice de Reproducción de la Pobreza
El BCB y la Pobreza en Bolivia
Ni la Reserva Federal de los Estados Unidos, ni el Fondo Monetario Internacional, ni cualquier otra institución multilateral están facultados para ejecutar las políticas monetaria y cambiaria en Bolivia. Tampoco, al menos formalmente, serían responsables de la administración de las reservas internacionales del país. De acuerdo a la normativa vigente el Banco Central de Bolivia debería ser la única autoridad monetaria y cambiaria del país. El Art. 2 de la Ley 1670 del 31 de octubre de 1995 establece que el principal objetivo del BCB debería ser la estabilidad del poder adquisitivo interno de la moneda nacional. Esto para contribuir al desarrollo económico y social del país según lo establece el Art. 327 de la Constitución Política del Estado de 2009.
En la práctica las cosas no siempre suceden como fueron implementadas por la norma jurídica. Contrariamente a lo establecido en las normas legales vigentes en el país, el Banco Central continúa fiel a la doctrina pro estadounidense que busca mantener el dominio del mundo a través de la supremacía del dólar. Esto a pesar de a) la Crisis Internacional del Dólar durante la cual la moneda imperial ya ha perdido un tercio de su valor entre 2002 y 2009; b) del doble déficit crónico, y ahora ya, histórico, en cuenta corriente de la balanza de pagos y del gobierno central de los Estados Unidos; c) de la pérdida de respaldo internacional a la moneda estadounidense; y finalmente, d) de las millonarias pérdidas –superiores a los USD 2 400 millones–, que la política pro imperialista del BCB le han ocasionado a nuestro país.
A pesar de todo esto el BCB se aferra al dólar como a algo celestial. Mientras todos los países pobres del mundo, durante la crisis del dólar 2002–2009, han reducido la participación del dólar estadounidense dentro del total de sus reservas monetarias internacionales hasta el 60.0% a finales de junio de 2008, el Banco Central de Bolivia mantiene el dólar como única moneda de reserva con el 99.9%. Asimismo, un análisis de los datos del BCB permite esclarecer la incoherencia de la política cambiaria nacional. Mientras el dólar en el mundo sufre una de sus peores crisis, al interior de nuestro país el tipo de cambio en bolivianos por la unidad de dólar estadounidense se ha mantenido estable. Con lo cual se ha sometido a la moneda europea, el euro, a una fuerte volatilidad. Esto último incluso ha perjudicado las iniciativas de los actores privados, que siguiendo una actitud empresarial lógica apostaron por el euro como una alternativa a la hegemonía del dólar. Parece ser, que el BCB no permitirá, al menos por el momento, que nadie en nuestro país se aparte de la moneda imperial.
El actuar del ente emisor despeja posibles dudas sobre su línea pro imperialista. Por lo que el presente artículo pretende demostrar las repercusiones negativas que este acatamiento sumiso de las directrices imperiales tiene sobre los niveles de pobreza extrema en la que sobrevivimos la mayoría (59%) de los bolivianos.
Las respuestas a esta interrogante se deben buscar tras los mecanismos –tipos de cambio anclados al dólar– utilizados por el BCB para la generación de mayores niveles de pobreza. Con este fin se ha creado el Índice de Reproducción de la Pobreza (IRP). A fin de compatibilizar los datos de diferentes países de la región este indicador parte del supuesto que el 02 de Febrero de 2002 –fecha de inicio de la Crisis Internacional del Dólar– un empresario pagaba USD1.00 por unidad de tiempo de trabajo, por ejemplo, una hora, (aunque puede ser recalculado en días o minutos, si se prefiere, esto no cambia la esencia del mismo). En el caso de Bolivia el IRP para marzo de 2008 tuvo un incremento de más del 100%, es decir que el empresario pagó USD1.00 pero esta vez a cambio de más de dos horas de trabajo. Estos datos dan una respuesta muy clara a nuestro planteamiento inicial. Los bolivianos, gracias a la política pro imperialista del BCB, somos más pobres.
Para profundizar aún más en el análisis de los nexos entre la utilización de tipos de cambio inadecuados y la generación de mayores niveles de pobreza se debe hacer un estudio comparativo del IRP entre los distintos países de la región. Como ya se sabe, los mayores problemas de pobreza en América Latina y el Caribe se encuentran en Brasil con el mayor número absoluto de pobres. Aunque ahora seguido muy de cerca por Colombia, que los últimos años se ha convertido en el mayor productor de nuevos pobres. En cuanto a nosotros, Bolivia es el segundo país, después de Haití, más empobrecido de la región, y uno de los cuarenta países más empobrecidos del mundo. Todo esto será casualidad o hay algo por detrás, una “mano negra” que está empujando este proceso y que está sometiendo a estos pueblos a la tiranía de la pobreza.
Luego de un amplio análisis se puede concluir que esa “mano negra” son los bancos centrales de los países en cuestión. El IRP (Feb-2003) de Brasil alcanzó su punto más alto con un 90.9%, mientras para Colombia el IRP (Ene-2004) fue del 82.2%. Esto significa que, en Brasil por ejemplo, un trabajador en febrero de 2003 debió trabajar extra a favor del patrón algo más de 54 minutos y medio, o sea que por el mismo dólar él tendría que trabajar 1 hora 54 minutos y 32 segundos. Algo similar ocurrió en el caso de los trabajadores colombianos. Si se amplia el periodo base del estudio a los últimos siete años, 2002–2009, se puede observar que ambos países luego de admitir que la crisis del dólar no era algo coyuntural y que más bien obedecía a problemas estructurales, trataron de contrarrestar los efectos negativos de este proceso de generación de pobreza, logrando en los siguientes años debilitar levemente esta tendencia. El IRP (2002–2009) de Brasil alcanzó un 45.6%. En el caso de Colombia este indicador fue del 51.2% para el mismo periodo. Esto significa que durante todo este periodo un trabajador en ambos países tuvo que trabajar alrededor de media hora extra para conseguir ganarse el mismo dólar que antes recibía por una hora de trabajo.
En el caso de nuestro país, el índice de explotación a la gente pobre, y gracias a la política monetaria del BCB ahora más empobrecida todavía, siguió su curso de forma ascendente hasta que en marzo de 2008, cuando alcanzo su punto máximo: 100.6%. Como ya se mencionó anteriormente, el trabajador boliviano tuvo que trabajar algo más de dos horas para recibir la misma paga que antes por una hora: USD1.00. El IRP (2002–2009) es del 62.1%. Esto quiere decir que el trabajador boliviano tuvo que trabajar algo más de 37 minutos adicionales para poder recibir un pago de un dólar.
Por el contrario, otros países conocidos por su repunte económico en los últimos años han tomado medidas más soberanas respecto de la mano negra del Tío Sam. Argentina y Venezuela, por ejemplo, luego de paliar las crisis económicas y políticas internas, han tomado un rumbo alejado de las directrices de la Reserva Federal de los EE.UU. Los IRP para ambos países fueron recalculados para un periodo de análisis comprendido desde el fin de las crisis internas en cada país a finales de febrero de 2009. Así los indicadores fueron del 3.1% en el caso de Argentina y el 0.8% para Venezuela. Estos índices significan que un trabajador argentino en promedio durante el periodo de análisis tuvo que trabajar menos de dos minutos extras para recibir el mismo dólar de antes, mientras que un venezolano tuvo que trabajar tan solo ½ minuto extra. Niveles muy por debajo de los casos antes analizados.
Mientras tanto, Chile y Perú tuvieron un comportamiento intermedio. El IRP (2002–2009) para cada uno de estos países fue del 23.8% y 36.6%, respectivamente. Esto significa que los chilenos tuvieron que aportar al empresariado de su país más de 14 minutos extras para seguir recibiendo el mismo dólar, mientras que los trabajadores peruanos tuvieron que realizar un aporte laboral adicional de 22 minutos.
Finalmente, como conclusión se puede decir que el presente análisis comparativo entre países de la región permite demostrar que el crecimiento económico no necesariamente debe ir de la mano de la sobreexplotación laboral, y más bien responde a una línea de sometimiento a las directrices de una potencia extranjera.
Por todo esto, se exige a la clase política en general, tanto del oficialismo como de la oposición, la reconducción del ente emisor, la nacionalización inmediata del BCB.
Dr. Renato Eduardo Yáñez Fayad
Ph.D. en economía
06 de Marzo de 2009
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