El Tiempo se Agota

Ante el umbral de nuestro propio precipicio
El Tiempo se Agota

En las entrañas del propio “engendro del mal”, allá por 1963, nace un celebre actor, director y guionista del cine estadounidense. Este personaje –mundialmente admirado y criticado por igual–, expresa sus ideas de forma pintoresca, con exagerada violencia, pero con cierta pincelada de humor. De una de sus obras maestras se puede extraer una pequeña frase que ilustra muy bien lo que está sucediendo en la actualidad. Esta frase dice así: “Eres tan… que no te das cuenta que ya has ganado”. Si, un poco de humor en medio de tanta violencia. Por un lado tenemos al imperialismo que personaliza la violencia en su estado más puro y se ve reflejado en el saqueo y la destrucción de la vida en nuestro pequeño planeta, mientras que del otro lado se encuentra la lucha antiimperialista, misma que puede ser interpretada como un simple retoque de humor.

No está en discusión la violencia con que el Imperio arremete contra nuestros pueblos. Nomás recomendarle la lectura, por ejemplo, del libro de Atilio Boron “Imperio e imperialismo”, entre otros tantos de circulación nacional. Dicho esto, tal vez se debería pasar a la parte antagónica de este proceso, la lucha antiimperialista. A diario por todo el mundo se oyen manifestaciones en contra de la política de intromisión de los Estados Unidos en los asuntos internos de otros pueblos. Manifestaciones que suben de tono cada vez que se aproxima una nueva “Cumbre del G-7”, reunión periódica de los siete países más industrializados del mundo. Pero si estas cumbres a lo largo del tiempo han resultado ser ineficientes e improductivas, no lo son menos las así denominadas “Anticumbres”. Esta lucha difícilmente tendrá un fin definitivo a favor de alguna de las partes. Cualquier movimiento político del gobierno estadounidense, inmediatamente trata de ser contrarrestado por los antiimperialistas. Para ello se cuenta con un nutrido arsenal de medidas contestatarias, que pueden ir desde las más sencillas hasta las más fuertes y complejas. Casi siempre el primer recurso son las agresiones verbales y las manifestaciones callejeras, para luego dar paso a los levantamientos populares, que si bien pueden empezar como pacíficos podrían terminar en enfrentamientos violentos. Los últimos casos de esta lucha sin fin se están reproduciendo en distintos rincones del mundo como Perú, Irán y ahora último en Honduras.

Esa sutil pincelada de humor en medio de tanta violencia se la puede definir como la lucha antiimperialista en si misma. Ni los gobernantes asistentes a las cumbres, ni sus “invitados” a la anticumbre están interesados en que las cosas cambien. Es innegable la pretensión de los antiimperialistas de lograr la caída del águila imperial, pero qué pasaría si, por ejemplo, mañana cayera el Imperio estadounidense. Acaso se tiene un “plan” que permita encarar lo que sería el nuevo mundo. Por el momento no estamos preparados para que este deseo se cumpla. Sin embargo, la verdad es que el tiempo se está agotando para ambos bandos, indistintamente de que si estamos preparados para el gran día o no.


El 2014 el centro económico del mundo se trasladará al otro lado del planeta. Para finales de 2013 la India se ubicará como la tercera economía del mundo, tras relegar a Japón al cuarto puesto del ranking económico mundial. Así, junto a la China, que ya se ha consolidado como la segunda potencia económica del mundo, tras superar a Alemania el 1995 y a Japón el 2001, conformarán el nuevo eje económico y político del planeta. Incluso hoy, ya se pueden observar algunos ejemplos por demás de contundentes que dan cuenta de este hecho. Anualmente el “Tío Sam” gustaba darse una vueltecita por Beijing para refregarle en su propia cara al “Tío Hu Jintao” la falta de políticas que refuercen la “democracia y la pluralidad política”. Cantaleta política a la cual ya nos tiene acostumbrados el autonombrado “patrón del mundo”. Pero, recientemente el “Tío Hu” con la diplomacia que caracteriza a un pueblo con una historia que se mide en milenios y no en un par de siglos esperó nuevamente al emisario imperial, la secretaria de Estado norteamericana. Solo que esta vez se aseguró de que “el invitado” llegue de rodillas. Así, en la última visita de la Jefe de la diplomacia de la Casa Blanca a la China, a finales de febrero pasado, se abordaron asuntos como la economía global, el cambio climático y Corea del Norte, sin pronunciar una sola palabra sobre la situación de la democracia en el país oriental. Esto luego de que la propia Hillary Clinton criticara abiertamente el historial de Pekín en torno a los derechos de la mujer cuando visitó el país oriental en 1995 durante la presidencia de su esposo. Esta vez la representante imperial solo se limitó a pedir a Pekín incrementar sus inversiones en la ya quebrada economía imperial, no sin antes agradecer por la hasta ahora gigantesca participación en los bonos del Tesoro estadounidense. Este cambio de actitud se debe a que entre ambas visitas (1995 y 2009) el gobierno comunista había logrado éxitos económicos muy importantes: duplicar su producto interno bruto y perfilarse para el 2017 como la primera economía del mundo. ¡Salve, Tío Hu!

Las apreciaciones en torno al hecho de que el tiempo se esta agotando han sido confirmadas por los resultados de un estudio que he realizado en los últimos dos años sobre el crecimiento económico de la mayoría de los países (más de 170) y las regiones del mundo. Por lo que ante este nuevo panorama es inminente repensar nuestras estrategias de lucha. La “vieja excusa” de que somos pobres por culpa del Imperio se esta cayendo a pedazos. Los países en vías de desarrollo con el mayor número de pobres en el mundo, como China e India, están resolviendo de la mejor manera sus altos índices de pobreza extrema.

Los pueblos del Tercer mundo en general, pero principalmente los de América Latina y el Caribe, estamos ante el umbral de “nuestro propio precipicio”. Al inicio de un nuevo siglo, una vez más, parece ser que la legendaria pregunta ¿Qué hacer?, vuelve a ser la pregunta del millón. De aquí al 2014 y en adelante, los latinoamericanos tendremos que encontrar la forma de encaminar nuestro futuro. Tal vez un buen comienzo sería el interpretar correctamente el mensaje del mundo oriental a nuestros pueblos, en sentido de que si bien la política es un factor importante en la vida de los pueblos, el trabajo es mucho más trascendental todavía.

Ahora bien. Siendo fiel a una posición personal de que es importante pensar globalmente para poder actuar localmente, es necesario volcar todo este análisis a la realidad de nuestra patria Bolivia. En nuestro país, ya se han dado muchos pasos extremadamente importantes. Durante los últimos años la vida de nuestro pueblo multicultural sufrió modificaciones políticas de gran envergadura. Estos cambios se justifican por la simple razón que resulta impensable impulsar un desarrollo económico sostenible en el mediano y largo plazo, si, por ejemplo, la gran mayoría de indígenas y campesinos estaba –o se sentía a sí misma– excluida de la toma de decisiones políticas, sociales y económicas. Aunque se desee continuar negándolo, este era un esfuerzo político que se debía realizar, y que a la fecha, gracias a Dios, en gran medida ya se está trabajando en ello.

Luego de muchos años sobrecargados de peleas políticas, los bolivianos volvemos a plantearnos la pregunta esencial ¿y ahora, qué hacemos? Todo parece indicar que este fin de año nuevamente se tendrá que buscar la mejor solución para nuestro país. Hasta el momento solo se pueden observar dos opciones, ambas contrapuestas entre sí. 

La primera implica que absolutamente todos los actores políticos reconozcan que lo concebido hasta hoy en materia socioeconómico era necesario, y así juntos cerrar esa página de nuestra historia y continuar hacia adelante con mucho trabajo y esfuerzo. La segunda propuesta de solución trata más bien de llevarnos por el sendero de la confrontación, intentando lograr el poder para que solo una parte de los bolivianos en solitario tome las decisiones sobre el futuro de todos. 

Claro está, que la última opción nos podría llevar al desastre, al suicidio colectivo, mientras que la primera significaría un alto en el camino para construir un puente (pacto) que nos lleve de la pobreza generalizada al anhelado por todos desarrollo económico, significa reencausar a nuestro pueblo por el largo camino –aproximadamente 30 años– hacia la prosperidad y el bienestar.

Si este fin de año, todos los bolivianos optamos avanzar por el sendero del desarrollo, deberá ser en conjunto, todos unidos bajo una sola bandera “TU” (Trabajo y Unidad). El trabajo siempre será el motor fundamental para la unidad nacional. Jamás a una persona se le ocurrió renunciar a su puesto de trabajo por el sólo hecho de que a su lado trabaja un beniano, un paceño o un tarijeño. ¡Claro que no!

"A la hora de trabajar, el único que estorba es el flojo"

Entonces, es hora de superar los regionalismos mezquinos, como también es hora de desterrar de nuestra vida diaria esa posición conformista de que el Imperio es el único culpable de todos nuestros males. La elección de los bolivianos debe ser el trabajo como promotor de la unidad nacional.

Ph.D. en economía
29 de junio de 2009

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